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Aclaración: he puesto voz a dos personajes en este juego, pero no se me ha pagado por ello. Qué van a tener dinero esta gente.

Cuando tenía como 15, 16 años, me junté con dos amigos, de esos de toda la vida, con los que haces el imbécil porque es la actitud por defecto a la que revertís al juntaros, y decidimos que no teníamos nada mejor que hacer con nuestras vidas que rodar un cortometraje sobre las doce pruebas de Hércules. Uno de ellos era un pajas de la vida que acababa de descubrir la Grecia Antigua y estaba flipando porque escogió cultura clásica en vez de francés en el instituto, pero en fin, que ahí estábamos nosotros tres y había que sacar esto adelante. Siendo boy scouts, y por tanto habituados a hacer el idiota frente a una hoguera en las veladas de los campamentos, se nos ocurrió que cosas como el presupuesto, valores de producción, preproducción, el lenguaje audiovisual o qué demonios, el guión estaban sobrevalorados. Íbamos a rodar Hércules igual que hacíamos aquellas veladas: a pelo, afrontando cada nueva escena conforme llegara y haciendo el paria por el camino. Algo después se nos ocurrió que eso no había sido suficiente y empezamos a rodar una versión horriblemente suecada de Metal Gear Solid 3, y desde entonces mi misión ha sido que nada de esto salga a la luz, por mi honor y por la salud mental de nuestra sociedad.

Las Aventuras de Chocu o, qué pelotas, el Chocujuego, es una abominación. Las hitboxes y hurtboxes funcionan fatal, las animaciones son tan pésimas que rompen por completo la sensación de juego, haciendo que él, el Chocu se deslice más que caminar, se proyecte más que trepar por lianas, frene en vez de golpear a sus enemigos con un piolet. El diseño de niveles está a la altura de la creación de un estudiante en su primer año y la interfaz, con bocadillos que, por defecto, plagan la pantalla con constantes gritos de distintos personajes que vociferan al CEO de los Chocopocs, es confusa y obstruye la acción principal.

Pero como diría Galileo: “Y aún así, gira”.

Porque Las Aventuras de Chocu no surge de ninguna parte, no es un juego subido por algún nuevo dev que quiere hacerse un hueco en itch.io sino que representa la culminación de un proyecto que, hasta hace no tanto, parecía una broma. Chocu, o “él, el Chocu”, como prefiere ser invocado, es una cuenta-performance de Twitter en la que un grupo de depravados interpretan a una versión retorcida de Coco, la mascota de los Chococrispies. En esta jungla de humor postmoderno Chocu es un magnate que explota niños para que recojan chocolate de sus profundas minas y que insta constantemente a los demás a que compremos sus productos, pero ocasionalmente la cuenta sufre un cambio y lanza una bola curva que cambia las reglas. Durante un tiempo él, el Chocu, dijo que por cada like pondría un hecho sobre el chocolate, y durante los siguientes días (o quizá fueran semanas, porque se sintieron como tal) posteó miles de hechos totalmente ciertos sobre el cacao, como que por ejemplo “LAS TECLAS "F1" A "F12" DEL TECLADO ASTUAL SINBOLIZAN A LOS 12 SABIOS DEL COLACAO QE ABITARON EL MONTE FUGI” [sic]. En otra ocasión la cuenta fue “cerrada” y el abogado representante del Chocu tomó el control durante varios días. El giro más reciente consistió en que él, el Cuco, “murió” y la cuenta pasó a convertirse en un grupo de fans de los posavasos, broma que duró del 28 de diciembre de 2018 al 1 de abril de 2019.

Dedicación les sobra a los padres de la criatura.

Pero no estoy aquí para escribir sobre Chocu; eso lo ha hecho gente más capaz que yo, pero cabe la posibilidad de que no sepáis a qué nos estamos enfrentando. Como decía, Las Aventuras de Chocu no se puede afrontar como un videojuego normal porque ni lo es ni tampoco se esperaba que fuera algo real. Durante años, Chocu ha estado promocionando el futuro “chocujuego” que va a ser increíble, con imágenes de un gameplay demasiado ridículo para ser real o, peor, demasiado hortera como para no serlo. Ahora que el tiempo ha demostrado que esta amenaza iba en serio, me encuentro con que Las Aventuras de Chocu no se puede contemplar desde la imparcialidad, porque o estás dentro o no estás. O sabes quién es él, el Chocu, o te vas a llevar un disgusto. La historia de Chocu viajando en busca del Chocopoc primigenio es una excusa para descubrir que hay lugares reconocibles en el chocuverso. Me encuentro con que estoy dibujando una pequeña sonrisa al visitar las minas de cacao mientras suena A World of Pure Imagination de Charlie y la Fábrica de Chocolate, y ver que la tan mentada chocucabaña no sólo está ahí sino que guarda contenido oculto trae consigo una idea tan hermosa como aterradora: tenía expectativas sobre qué podía hacer este juego, y las cumple. En efecto, luchas contra el malvado cocodrilo, en efecto, destruyes a tus enemigos a golpe de pico, y en efecto, todo es tan confuso y cutre como las propias tiras del Chocu.

Pero no habría escrito este artículo si Las Aventuras de Chocu fuera simplemente una celebración (si es que hay algo que celebrar) de todo lo que es él, el Chocu. Eso sería lo esperable: un juego cutre, sencillete, que te lleva por lugares familiares, termina pronto y chimpón. El equivalente a la adaptación de una película al videojuego, pero no: la gracia de Chocu es que siempre se guarda un as bajo la manga, y el juego no tiene miedo en revelar sus cartas. El primer golpe de efecto es una intro que mezcla influencias de Jojo’s Bizarre Adventure con el tema Yo Check this Out! de Killer Instinct y una animación tan mala como apasionada, y el siguiente es que, cuando empiezas el juego te llevan a una pantalla de selección de personaje copiada directamente de Dark Souls: debes escoger cómo será tu Chocu, si caballero, guerrero, streamer o tantas otras clases. Hay cinemáticas consistentes en animaciones de apenas cuatro fotogramas repetidas en loop sobre fondos básicos, el guión de El Profesor Chiflado está copiado y pegado en el archivo “léeme” y las pantallas de fin del juego, que empiezan siendo dibujos horribles de Shrek devorando a Chocu y similares a la tonadilla del Réquiem de Mozart comienzan a degenerar y transformarse progresivamente en vídeos más extraños y chistes más retorcidos, desde la muerte de una mascota en un anime de los años 70 con la cara del Chocu sobreimpuesta al gran descomunal pedo de El Profesor Chiflado mezclado con Komm Süsser Tod de The End of Evangelion.

Las Aventuras de Chocu es un chiste constante que ignora los derechos de autor y no tiene miedo de hacer lo que le da la gana. Las bolas curvas son aquí el pan nuestro de cada día pero, igual que en LISA, nunca sabes exactamente por dónde van a salir a continuación; la intriga de dónde estará el siguiente chiste, cuánto dura exactamente el minijuego de la pesca, por qué el menú de las opciones tiene la posibilidad de activar la rotoscopia, qué demonios es esa canción que está sonando, tienen un aire de cercanía que rara vez se ve incluso en los videojuegos más sinceros. Este no es un título pensado para todo el mundo sino para aquellas almas sin sol que, como yo, llevamos subidos al carro de él, el Chocu desde hace años. Es la sonrisa de un amigo que se te acerca diciendo “mira qué he hecho” y te enseña algo ridículo, carente de cualquier habilidad, pero tan suyo, tan él, tan propio y que conoce tan bien la relación que lleváis los dos que sólo puedes reírte. Se diferencia de los juegos absurdos que replicaban la fiebre de los montajes MLG de 2014 en que aquellos sólo existían como un chiste momentáneo, saber que existen y jugar diez minutos hasta que te sangren los oídos o sufras un ataque epiléptico, pero Las Aventuras de Chocu quiere y merece ser descubierta. Oculta secretos y escenas hechas con el cariño casero de una marioneta hecha usando palos de helados consumidos la tarde anterior y la tela de un pantalón roto después de jugar todo el día. Hay una pureza y una sinceridad en él, unas ganas de reírse con y de ti sin importar las formas, que me enternecen. Y además cierra su campaña principal con un nivel musical que referencia a aquellos de Rayman Legends con una canción propia que se te pega al cerebro y se niega a irse a ninguna parte.

Las Aventuras de Chocu es radioactiva para cualquiera que no sepa de qué va esta historia: a pesar de su candidez y humor, lo que tienen los chistes internos en un grupo de amigos es que sólo los pillas cuando conoces a esta gente. Sólo puedo sentirlo por todos aquellos que no pueden disfrutar de algo que jamás pensé que iba a existir, pero ahora no sólo existe sino que hasta le he puesto voz a dos personajes. Qué vueltas da la vida. Y me pregunto cuál será el siguiente giro que dé él, el Cuco. Como diría un periodista de videojuegos de la vieja escuela: “con este videojuego los fans del Chocu están de enhorabuena”.

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