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(Only Spanish): 

Hola hola! Aquí dejo una escena que estoy escribiendo de Ruga y Leo de #ProyectoPurpleose sin contexto que espero que os guste :D

Cuando cierro la puerta, me dirijo a nuestra cama y me dejo caer con un suspiro. Ruga rueda hasta mi lado. La sirena que marca el inicio del cuarto turno retumba por todas partes, eso explica lo cansado que estoy.

—¿Y ahora qué quería la desgraciada esa?

—Solo saber cómo van las cosas.

Su resoplido acaricia mi oreja.

—Ru, tú no… ¿Quieres hacerlo?

La comisura de su labio se levanta, burlona.

—¿Hacer el qué? Eso pueden ser muchas cosas.

Me pongo rojo al entender la broma, su risa vuelve a envolverme y él no pierde más tiempo para sentarse en mi regazo, lo que hace que mi cuerpo se tense por la forma en la que la distancia se ha reducido.

—¿Te refieres a tirar el Límite? —pregunta. No se ha olvidado de nuestra conversación.

Asiento con cierta timidez, aún con las mejillas encendidas. Pasa su brazo por detrás de mi cuello y coge mucho aire para luego soltarlo lentamente, con los ojos apuntando a algún lugar que está muy lejos de aquí.

—La verdad es que con sobrevivir tengo bastante, me da igual.

Creo que algo dentro de mí se derrumba, aunque creo que la decepción no sabe así.

—¿No quieres ver el cielo? ¿Ver lo que hay arriba en la Superficie?

Ruga parece regresar entonces de donde estaba, su sonrisa lo acompaña de nuevo.

—No se me ha perdido nada ahí. Además, por lo que me has contado, todo parece una puta mierda.

—Entiendo, perdona.

Me pone la mano encima de la mía, sin apartar los ojos de los míos. Una ráfaga de calor me recorre de nuevo.

—Grandullón. Todo lo que me importa está aquí. Absolutamente todo. A quienes considero familia, a mis amigos, a ti. Y hostias, si cada vez que me cuentas algo de cómo funcionáis allí se me quitan todas las ganas que podía tener de subir. Además —Pega sus labios a los míos—. El cielo ya me lo traes tú.

Balbuceo algo, con la cara roja que parece que va a echar humo. Él se empieza a reír al verme.

—Hostias, vaya comentario cursi acabo de soltar. Espero que te haya gustado.

Mi corazón decide ir más rápido. Mis ojos rehúyen los suyos y percibo su sonrisa con el rabillo del ojo. Claro que me ha gustado.

—Bueno, ¿qué? ¿Besito de buenas noches y a dormir? No sabes la cara de reventado que llevas.

Sus yemas acarician mis mechones de pelo, y mi cuerpo se llena de una sensación agradable. Aún así, no es suficiente para cubrir todas las preocupaciones que tengo en la cabeza.

—No… no sé si voy a poder dormir.

—Si quieres te toco algo.

Mis mejillas se encienden al instante. Antes de que pueda balbucear algo, él empieza a reírse contra mi hombro.

—Hostias. Me refería a la armónica. De verdad. Porque a veces te has dormido mientras la uso. —Está oscuro y aún así, puedo percibir su sonrisa lasciva. —Pero puedo soplar otra cosa.

Aunque no termino de entender lo que dice, nuestras bocas no tardan en encontrarse y me sostiene la cara como si temiera que se me fuera a caer. Respiro su aliento con ansia. Suspiro en el mismo instante que Ruga me muerde el cuello. Percibo cómo sonríe con satisfacción cuando se me escapa otro gemido cuando su lengua recorre mi pectoral y termina mordisqueando mi pezón.

La forma en la que su mano baja por mi vientre y sigue hasta pasar por encima de mi calzoncillo, donde la reacción de mi cuerpo es evidente, me hace temblar. Por Exced, no puedo ponerme ya así por un beso y un malentendido.

Creo que nota mis nervios, porque se aparta un segundo.

—¿Todo bien, grandullón?

Nunca me ha tocado tan abajo, y eso hace que los nervios me recorran por todo el cuerpo, con tanta intensidad como los hormigueos que me producen sus caricias.

—¿Prefieres hacerlo tú? —me susurra.

Asiento con timidez y con la sensación de tener la cabeza embotada. Conteniendo un suspiro, acaricio su vientre y bajo de la misma manera que él lo ha hecho, mientras mi boca ataca su cuello, en un intento torpe por imitar los pasos que él ha seguido conmigo.

—Me refería a si querías tocarte a tí mismo, pero no me disgusta nada este malentendido.

Me pongo rojo.

—P-perdona.

Entonces me coge la mano y me la dirige por dentro de sus calzoncillos. Se me escapa un gemido cuando rozo su intimidad. Mi corazón late tan fuerte en las sienes que me hace sentir mareado.

—E-está mojado.

Me siento imbécil por haber dicho algo así. Se ríe entre dientes y su mano vuelve a mi entrepierna. Espero que mi gemido sea suficiente para que entienda que necesito que él también me toque. Cuando su mano se introduce en mi calzoncillo y me acaricia el miembro, creo que voy a morirme.

—Y esto bastante duro.

Creía que no podía ponerme más rojo. Lo ha hecho aposta. Ha sido su respuesta a mi comentario tonto, y escuchar que evidencia mi estado solo consigue que todo mi cuerpo se acelere más.

Entonces, su boca regresa a la mía y me besa, una y otra vez. Y yo tengo que cerrar los ojos mientras lo siento tan cerca, su lengua jugando con la mía, su piel contra mi cuerpo, y luego, un calor inmenso en mi entrepierna.

Me está tocando. Me está tocando él. Y mis extremidades tiemblan tanto que me olvido de que mi mano está en su humedad y que no soy capaz de hacer nada. Cada vez que me recorre de arriba a abajo siento una sacudida.

—M-me va a dar algo.

Reprime una risa ante mi comentario y en su lugar, su boca baja por mi cuello otra vez. Cierro los ojos con tanta fuerza que creo ver las estrellas mientras su ritmo se vuelve más frenético. Al darme cuenta de que yo no estoy haciendo nada, intento tocarle a él. Entonces, se aparta y me susurra al oído:

—Hoy nos centramos en ti, grandullón.

Sus palabras me hacen sentir cosquillas en todas partes.

—¿E-estás segur—?

Su lametón en la oreja combinado con su pulgar rozando mi glande pone mi mente en blanco un instante. El suficiente para que él se vuelva a colocar sobre mi, por si no dominaba suficiente la situación.

—La próxima te dejo que me hagas lo que quieras —sus susurros me recorren entero—. Pero este turno es mío.

Intento balbucear algo de respuesta, pero para cuando mi cabeza vuelve a estar lúcida, Ruga está trazando un camino de besos por mi abdomen.

A diferencia de lo que esperaba, sus labios siguen bajando por mi entrepierna. Sin pensar, me tenso y le separo un poco, con el corazón dándome un vuelco por el susto.

Él, por su parte, levanta un poco la cabeza, tranquilo, como si mi sobresalto no tuviera urgencia alguna. Sus ojos y sus labios me sonríen con cierta malicia.

—A ver, sorpréndeme. —Se me adelanta—. ¿Qué ocurre?

Creía que mis mejillas no podían arder más, pero su pregunta y esa convicción suya que me dice que ya esperaba una reacción por mi parte, consigue que lo hagan.

—No… no entiendo qué haces. —Él alza una de sus cejas, y es suficiente para que me aturulle—. Quiero decir, no es una parte… que se debería besar.

O tal vez sí. Lo he leído en los libros. Pero imaginarme a Ruga haciéndolo…

Por Exced. Me va a estallar el pecho si no lo ha hecho ya.

Él deposita un suave beso en mi muslo y se me queda mirando con expectación. Sus ojos parece que quieran devorarme.

—Más que besar, me la voy a comer. —Se ríe entre dientes al ver cómo todo mi cuerpo se tensa—. Pero Leo, no voy a hacer nada que no quieras. ¿Vale?

La cabeza no me da para pensar ahora mismo. Siento su aliento sobre mi erección, y, aunque me da una vergüenza tremenda sentirme tan vulnerable, mi cuerpo no deja de palpitar porque siga acariciándome.

Al final, asiento, y su sonrisa se ensancha. Y sé que voy a desfallecer de un momento a otro.

Ante mi parálisis, él coge mis manos y se las lleva a su cabeza, tardo un instante en comprender que quiere que le agarre del pelo.

—Te chupaba hasta el alma, grandullón. —Por. Exced—. Pero vamos a ir poco a poco, ¿vale? Tú guías.

Cojo aire mientras él inhala. Cuando él comienza a devorarme, yo termino de estallar.

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