Wild Nature | Naturaleza Salvaje [Arael] (Patreon)

Often supernaturals forget what it is like to arrive on earth, how your body and spirit are molded to fit into a tiny, limited vessel. Arael was always a pure being from conception and as such, the moment of his arrival was met with excitement and joy. A joy and excitement that did not understand that, like all birth, it's always preceded by pain and weeping. That's the wild nature of the human being and what makes her feel the heartbreaking way he does.

Like a meteorite entering the atmosphere, his spirit seemed to have combusted and burned with the power of a thousand suns. Arael, for an instant, thought she had done something wrong and that instead of being sent to earth she was doing it to the only place an angel truly feared. Even if she never had the ability to scream, that time she wanted to. She noticed how parts of herself fell away from her ethereal form making her even lighter in the fall, while being replaced by others that had their own weight and density. Those new parts were inert, they did not seem to contribute anything, unlike the ones she had lost: Her perception to communicate without speaking, to exist outside of time and space or that of being in an infinity of places and none at the same time. Those pieces of flesh, they hurt, an experience she had never experienced before and one that was utterly destructive. Had all her siblings gone through such an experience? She didn't understand what beauty could lie behind something so terrible.

As her being was painfully transformed in that fall that seemed to go on forever, new emotions entered his body. Beneath that terrible, physical pain, she could experience the loneliness of drifting through the universe. The fear and doubt of one who does not know what his journey will bring. The anger and helplessness of not being able to control her own newly acquired emotions. And for the first time, she understood what corruption was and why so many creatures, both human and supernatural, had allowed themselves to be swept up in it. Until that day, it had been a perverse personal decision, but she had never before known what it was like to be free to think, feel and be swayed by such wild emotions.

When she finally landed she felt disoriented and weak. When the mist dissipated, her new eyes focused painfully on a desert horizon. Everything was so limited... She couldn't see in the distance, the lack of light didn't help either, and she wasn't even able to perceive things that weren't immediately in front of her. His legs seemed strange and foreign to him and when he tried to use them, she did so just as a clumsy fawn would take its first steps. Slowly her reddened skin stopped burning and she could notice the small details. The cold of the night, the sound of the wind blowing the sand, the smell of the pestilent pollution....

Humanity was fierce, she thought. A small feeling of admiration grew in her, unable to understand how all those new and strange things could be so natural to that race she had only observed from a distance and with another body. At last she managed to get to her feet, her knees barely kept straight as she advanced across the sand, naked and without a fixed course. From her plane, the land looked tiny and easy to walk on, but over the sea of dunes things were different. She began to shiver with cold and thirst began to demand an immediate source of water. His only objective was to find his own and the impediment was his own body.

When the light of dawn broke over the horizon, Arael was unable to continue her journey. His feet were full of sores, her lips were chapped and her insides were begging for food and water. She lost track of time in that state and those first hours of life also gave him a new perspective on mortality. To be human was pure and constant suffering. When the angels found her, she was almost unconscious and dejected in the middle of the desert. They covered her with blankets and carried her in their arms. Few warm and cozy feelings she had experienced since she left her birthplace. But the protection of her loved ones reminded her of something important: As long as angels still existed, she would never be alone. She wrapped her arms around the body of that complete stranger and let the water slide down her lips satiating and soothing them. Along with the pain and twisted emotions, there were also contrary and equally vivid ones. A range of colors that she was unable to perceive before.

She didn't know if that was a limitation or just a stumbling block in her good judgment, but she found it interesting. Her eyes closed for good in a first dream, loaded with images of places and people she had never known before. And in this state of feverish lethargy she uttered her first words, "Jordan, where are you?".

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A menudo los sobrenaturales olvidan cómo es llegar a la tierra, cómo tu cuerpo y tu espíritu se moldean para caber en un recipiente diminuto y limitado. Arael siempre fue un ser puro desde su concepción y, como tal, el momento de su llegada fue recibido con emoción y alegría. Una alegría y una emoción que no comprendían que, como todo nacimiento, siempre viene precedido de dolor y llanto. Esa es la naturaleza salvaje del ser humano y lo que lo hace sentir de la forma desgarradora en que lo hace.

Como un meteorito entrando en la atmósfera, su espíritu parecía haber combustionado y arder con el poder de mil soles. Arael, por un instante, pensó que había hecho algo malo y que en vez de ser enviada a la tierra lo estaba haciendo al único sitio que un ángel temía de verdad. Aún si nunca tuvo la capacidad de gritar, aquella vez lo quiso hacer. Notaba como partes de sí misma se desprendían de su forma etérea haciéndola aún más ligera en la caída, mientras que eran reemplazadas por otras que tenían su propio peso y densidad. Esas nuevas partes eran inertes, no parecían aportar nada, a diferencia de las que había perdido: Su percepción para comunicarse sin hablar, para existir fuera del tiempo y el espacio o la de estar en infinidad de sitios y ninguno a la vez. Aquellos trozos de carne, dolían, una experiencia que no había experimentado nunca antes y que era completamente destructiva. ¿Todos sus hermanos habían pasado por una experiencia así? No comprendía qué belleza se podía encerrar detrás de algo tan terrible.

A medida que su ser se transformaba dolorosamente en aquella caída que pareció ser eterna, nuevas emociones se incorporaron a su cuerpo. Por debajo de aquel dolor terrible y físico, pudo experimentar la soledad de estar vagando por el universo a la deriva. El miedo y las dudas de quién no sabe qué le deparará su viaje. La ira y la impotencia de no poder controlar sus propias emociones recién adquiridas. Y por primera vez, comprendió en qué consistía la corrupción y por qué tantas criaturas, tanto humanas como sobrenaturales, se habían dejado arrastrar por ella. Hasta aquel día, era una decisión personal perversa, pero es que nunca antes había sabido lo que era tener libertad para pensar, sentir y dejarse mecer por aquellas emociones tan salvajes.

Cuando por fin tomó tierra se sintió desorientada y débil. Cuando la bruma se disipó, sus nuevos ojos enfocaron penosamente a un horizonte desértico. Todo era tan limitado… No podía ver  en la distancia, la falta de luz tampoco ayudaba y ni siquiera era capaz de percibir las cosas que no tenía inmediatamente delante. Sus piernas le parecieron extrañas y ajenas y cuando trató de usarlas, lo hizo tal y como lo haría un cervatillo torpe dando sus primeros pasos. Lentamente su piel enrojecida dejó de arder y pudo notar los pequeños detalles. El frío de la noche, el ruido del viento arrastrando la arena, el olor de la pestilente polución…

La humanidad era feroz, pensó. Un pequeño sentimiento de admiración creció en ella, incapaz de comprender cómo todas aquellas cosas nuevas y extrañas podían ser tan naturales para aquella raza que solo había observado desde la distancia y con otro cuerpo. Por fin consiguió ponerse en pie, sus rodillas apenas se mantenían rectas mientras avanzaba por la arena, desnuda y sin un rumbo fijo. Desde su plano, la tierra se veía diminuta y fácil de recorrer, pero sobre el mar de dunas las cosas fueron diferentes. Comenzó a tiritar de frío y la sed comenzó a demandar una fuente de agua inmediata. Su único objetivo era encontrar a los suyos y el impedimento era su propio cuerpo.

Cuando las luces del alba despuntaron en el horizonte, Arael no pudo continuar su viaje. Sus pies estaban llenos de llagas, sus labios se habían cuarteado y sus entrañas rogaban por algo de agua y comida. Perdió la noción del tiempo en aquel estado y aquellas primeras horas de vida también le dieron una nueva perspectiva sobre la mortalidad. Ser humano era sufrimiento en estado puro y constante. Cuando los ángeles la encontraron estaba casi inconsciente y abatida en mitad del desierto. La cubrieron con mantas y la portaron en brazos. Pocos sentimientos cálidos y acogedores había experimentado desde que abandonó su lugar de nacimiento. Pero la protección de los suyos le recordó algo importante: Mientras los ángeles siguieran existiendo, no estaría sola nunca. Se abrazó al cuerpo de aquel completo desconocido y dejó que el agua resbalara por sus labios saciándolos y aliviándolos. Junto al dolor y las emociones torcidas, también había otras contrarias e igualmente vivas. Un abanico de colores que antes era incapaz de percibir.

No sabía si eso era una limitación o solo un escollo en su buen juicio, pero le pareció interesante. Sus ojos se cerraron definitivamente en un primer sueño, cargado de imágenes de lugares y personas que jamás había conocido antes. Y en este estado de letargo febril pronunció sus primeras palabras: “Jordan, ¿dónde estás?”.