Dayo vs Dayo: una larga diatriba (Patreon)
Content
“No sé cómo recibirán el siguiente vídeo. El último no estuvo a la altura de lo que esperaba. Antes siempre tenía más visitas que subscriptores, pero… ¿Ahora? Ahora tengo suerte si un vídeo alcanza las 300.000 visitas. Habrá que probar algo nuevo, a ver cómo funciona…”
Este es un pensamiento que tuve en 2016.
Había subido el análisis de Final Fantasy XV y todo jugaba a mi favor: es un título esperado, diciembre suele tener mejores resultados y no ha pasado mucho desde la fecha de lanzamiento. Lo jugué gracias a una clave de prensa, y recuerdo haber dicho que tendría mucha exposición, pero para marzo de 2017 apenas había llegado a las 200.000 visitas. Que oye, nada mal la cifra, pero para lo que estaba (y estoy) acostumbrado, se quedaba corto.
No sé si habrá por ahí algún creador sin fans que echen de menos lo que hacía cuando aún estaba empezando, o que añoren el carácter de, yo qué sé, aquella época cuando metía la canción de Pajaritos por allí como un easter egg. Para mí Radiohead empieza a merecer la pena de verdad a partir de Kid A, pero parece haber un porcentaje generoso que escucha The Bends, OK Computer y, si eso, Pablo Honey. Desconfío de esa gente y algún día les enviaré al paredón. Pero hasta Muzska, en sus últimos días, aún tuvo quienes le preguntaban que cuándo iba a volver a hacer tutoriales de Battlefield. Recuerdo una conversación con Rodrigo Septién, que me decía cómo sus seguidores se lamentaban del descenso de calidad en sus vídeos. “Mira, estas son las pistas de nuestros primeros vídeos. Y estas son las de los nuevos”. Había más del doble. Los dibujos estaban mucho más detallados.
Pero lo que los fans querían era “destripando la historia: La Sirenita: el remake”.
Lo entiendo. Un creador, ya sea músico, cineasta o, venga, youtuber, puede conectar contigo en un momento muy concreto de tu vida, un momento que no dura para siempre. Hace diez años cantaba las alabanzas de Lucky Star y hoy he perdido casi todo mi interés en ver anime. En 2008, mi primo Jaime, quizá le conozcáis, me enseñó a un tal Nostalgia Critic analizando Tom y Jerry: La Película y me pareció lo mejor que había visto jamás, pero cuando le dediqué un vídeo a Matrix quise revisar lo que había dicho Doug Walker. En su día me convenció de que, quizá, esa película no era para tanto. Volviendo a él me di cuenta de que la mayoría de sus argumentos no pasaban de superficiales y que apenas me convencía una sola palabra.
Seré directo: esto es algo que me acojona. Desde que comencé este canal, la idea me ha aterrorizado; convertirme en un pretérito, mirar atrás y darme cuenta de que nunca fui para tanto, cruzar alguna línea en la que mi público desconecte y me deje atrás. Un día simplemente dejé de ver Zero Punctuation y Extra Credits, sin más, pero ambos fueron fundacionales para mi forma de pensar y analizar.
Pero aquí queremos salseo. Queremos Dayo vs Dayo. Porque Dayo ha cambiado.
Pues sí.
Y seguiré cambiando.
Gracias por venir a mi TED Talk.
El porqué de todo esto no podría ser más simple: empecé el canal con veinte años y en menos de un mes cumpliré veintinueve. Sigo siendo yo, pero soy otra persona. En 2012 me daba igual todo e iba de provocateur. Creo que ya he contado alguna batallita de lo cabrón que era cuando estaba empezando en GameProTV e iba a cada presentación pensando en la pregunta con la que esperaba liarla. Sí, quería llegar a la gente, pero con mis opiniones de videojuegos. No esperaba que hubiera efectos secundarios, que otros pudieran realmente quedarse, lo que se dice tomarse muy a pecho, con mis palabras más allá de si algo era bueno o malo. Los chistes eran chistes y las formas, eso: formas. Tenía la energía de un amante del shitposting, un joven adulto más incel que persona, un brony oldfagque se pasaba las tardes lurkeando /b/, /a/, /v/ y /mlp/.
Con el tiempo, empecé a pensar en qué es lo que buscaba realmente con mis vídeos. La idea era hacerse famoso y convertirme en una figura relevante. Bien. Objetivo conseguido. No soy Mangel, pero la gente me conoce y me para en el ExpoManga. Vale. Ahora qué. Patreon me dejó claro que esta podía ser mi vida, que YouTube no sería una fase, y sí, empecé pensando que, si todo iba bien, YouTube sería mi carrera e iría para largo. Pero ahora la opción estaba frente a mí.
“Qué hago”.
Empezaron a salir otros creadores, descubrí otras perspectivas. El videojuego no era sólo objeto de análisis: también es un catalizador cultural que orienta nuestra forma de pensar. Al mismo tiempo, analizar por analizar no me bastaba. Recuerdo hacer el vídeo de Battlefield Hardline como si estuviera sobre raíles: “¿de verdad quiero hacer esto? ¿Me interesa este juego?” Yo estaba hablando en términos tan simples, de mecánicas, comparaciones burdas con The Wire, y mientras tanto en Pastehablaban de brutalidad policial y copaganda. Me sentía simple.
Me quemé y recuperé fuerzas una y otra vez. Cada vez que paraba intentaba volver sabiendo esta vez cuál era mi propósito. Veía a Gordon Ramsay y por supuesto, ahora entiendo su tesis: ama tanto la cocina que odia a quienes atentan contra ella y no están dispuestos a aprender, a mejorar.
¿Y cuál es mi tesis? ¿”Nada es suficiente”?
Valiente gilipollez.
Hace un año, Jordi de Paco escribía Odiar a Dayo, donde hablaba sobre cómo me había cogido tirria por arrogante y resabido. El artículo acaba bien, y ahora Jordi y yo nos toleramos siempre y cuando no haya objetos afilados en las inmediaciones, pero recuerdo leerlo y pensar cuánta gente todavía pensaba así. ¿Cuántos devs españoles me odian y apenas aguantan una sonrisa falsa cuando me ven? Desde luego a Kevin Cerdá debió sentarle como un puñetazo mi análisis de Nihilumbra, e imagino que más de uno tendrá una diana con mi cara en Tequila, recordando cómo he hablado de Rime o aquella vez en que se anunció Gylt y dije que era “puta mierda”. ¿Y es eso lo que hago?
Vivo en ciclos donde a veces confío en mi trabajo y, el resto del tiempo, me pregunto cuánto queda hasta que me dejen atrás o me vuelva obsoleto o alguien me apuñale en la garganta. Hace unos meses me di cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, confiaba en mis vídeos. Cada nuevo proyecto llegaba con energía y, cuando llegaba la hora de subir, estaba seguro de que iba a gustar.
Ahora no me gusta estar a solas con mis pensamientos.
Creo que he tocado fondo, que ya no sé hacia dónde voy o cuál es la ruta correcta. Un día pienso que debería hacer las cosas de una manera y, al siguiente, que debería dar un bandazo y cambiarlo todo. Hay momentos breves en los que simplemente creo que estoy bien, pero escribo estas palabras después de un buen tiempo preguntándome qué cojones hago con mi vida. Y podría decir que es cosa de ahora y que se pasará, y por supuesto que se pasará el mal momento, pero siempre he estado con ese runrún en la cabeza. Creo que es visible. El Dayo de 2012, 2014, 2017 y 2020 hacen vídeos distintos, y el de 2022 tendrá otro estilo. Estoy en constante reflexión, en constante autocrítica sobre cómo debo transmitir, de qué hablar, si más humor o menos, que cómo hago los chistes. ¿Shitposting, como Internet Historian? ¿Idioteces, como DouchebagChocolat? ¿Ningún chiste suelta una carcajada, pero todos mantienen un buen ambiente, como Philosophy Tube? ¿A la gente le gusta que sea tan pesado con el comunismo? ¿Pururu o no Pururu? Y otra, y otra, y otra, y otra más.
Al menos ahora siento que tengo un propósito. Una tesis.
Y sí, entré aquí con un propósito. Quería influir, marcar a la gente y comunicar mi forma de pensar a otros. Ser para los demás lo que Nostalgia Critic o RedLetterMedia o Zero Punctuation eran para mí. Pero ahora que he alcanzado ese punto, sé qué es lo que quiero hacer con ese poder:
Ganar dinero.
Y ya de paso, quiero explorar la cultura del videojuego. Ya no quiero analizar por analizar: quiero un discurso, una línea de pensamiento, algo que hable no sólo de la obra sino de lo que significa en el escenario contemporáneo, no sólo como es sino cómo la vemos, cómo nos ve. Quiero vídeos reflexionando sobre cómo el arte nos amolda y permea en nosotros, quiero generar consciencia en cómo es la cultura del videojuego. Quiero hablar de Gamergate y del feminismo y de cómo los neonazis se han colado en un medio tan hermoso. Quiero hablar sobre el rechazo de la audiencia al discurso político en un medio tan inmensa y evidentemente político como es este. La pregunta es cómo. Porque no puedo lanzarme de cara: cuando yo apoyaba Gamergate eso no servía. No puedo ser conflictivo, porque eso no funcionaba cuando era antifeminista. Al menos, eso me digo mientras hago un vídeo donde voy en dirección contraria y me lanzo a la piscina. Quizá al siguiente. O al siguiente. Y seguir intentándolo, como llevo haciendo desde que subí el análisis de Modern Warfare 3 hace ya más de ocho años. Cuando le enseñé ese vídeo a unos amigos, se quedaron fríos. Yo mismo sabía que no era tan bueno, pero me dio igual: mejor hecho que perfecto. Nunca estaré a la altura de lo que espero de mí mismo. Siempre faltará algo, así que mejor seguir trabajando y pulir, pulir, pulir.
Cuando empecé tenía otro carácter, por supuesto: tenía 20 años y todo me daba igual. Si miras el primer y el último episodio de Screenwipe, el programa de Charlie Brooker, tienen energías muy distintas. A veces echo de menos esa energía y la mentalidad cafre que me llevó a hacer ciertos sketches, pero ya no soy esa persona. Sé que muchos lo echan de menos, pero la idea es reconquistarles, no volver al sabor de antes. Simple y llanamente, no hay vuelta atrás. Si ya me llamaban pedante en 2014, imaginad ahora.
Siento que estoy dando muchas vueltas sobre el mismo punto que ya he evidenciado al principio, pero tampoco creo que nadie quisiera una respuesta corta a la pregunta de qué opino sobre mi pasado. Opino que hay muchos vídeos que se han quedado obsoletos, y a veces tengo ganas de poner en “oculto” la mitad de mi canal. Opino que he dicho muchas tonterías. Opino que, cada vez que me pongo a escribir un vídeo, lo siento casi como empezar desde cero, preguntarme cuál va a ser esta vez el estilo, si experimento con algo nuevo o si continúo así.
Pero hay algo que también quiero dejar claro: siento un deseo que antes no estaba ahí.
Quiero dedicar cinco meses sólo para desarrollar el vídeo sobre la herencia cultural del videojuego y salir con un ensayo de dos horas que explore el tema en tal profundidad que nadie más pueda decir una sola coma sin tener en cuenta lo que he expuesto. Quiero ahondar en LISA: The Painful con calma y poder plasmar lo que me ha hecho sentir ese juego para que cada visita sea una nueva copia vendida a un espíritu curioso. Quiero explorar el género del cyberpunk y leer más sobre estudios mediáticos y estar listo para hacer un análisis que revele las fallas, limitaciones y logros de Cyberpunk 2077. Quiero ahondar. Quiero hacer más, quiero evolucionar.
No sé cómo llegaré a esas marcas, pero sé que entonces surgirán otros proyectos y querré hacerlo aún mejor, y así siempre. Espero mantener esta pasión y encontrar una manera de destilarla, de poder tratar con mimo estos futuros vídeos. Leo Console Wars y quiero hacer un documental de cinco horas sobre cada pequeño detalle de SEGA, Nintendo, Sony, la guerra de consolas y el Phillips CD.
Dayo ha cambiado y es distinto, pero no está agotado. Al contrario.
Quiere darlo todo.